El buen estudiante se caracteriza por ser una persona que:
- Se comunica facilmente con sus profesores y compañeros, incluso con las autoridades.
- Comprende claramente lo que se espera de él como miembro de la institución educacional a que pertenece.
- Conoce el medio en que debe actuar, tanto en su estructura física, como en su organización.
- Asume responsablemente sus obligaciones escolares y experimenta satisfacción personal al cumplirlas.
- Participa activamente en trabajos de grupo, asumiendo el rol que le corresponde con una actitud positiva.
- Desarrolla actividades electivas o extraprogramáticas tendientes a enriquecer su propia formación.
- Aprovecha los recursos disponibles y sabe como procurarlos cuando faltan.
- Sabe a quién acudir para resolver problemas de diversa índole (estudios, adaptación, salud, etc.)
- Participa como miembro integrante de la institución a que pertenece, y . . .
- Se autoanaliza periódicamente para valorar los progresos que ha hecho y las limitaciones que aún debe superar.
La imagen que surge de este
Decálogo del Buen Estudiante es ideal y, naturalmente, difícil de lograr en su totalidad. Sin embargo, esta descripción constituye un desafío al que todos los estudiantes debieran responder para convertirse en "artistas", o verdaderos "artífices" de su propia personalidad.
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